jueves, 17 de noviembre de 2011

A las cinco de la tarde...despido desde dentro.




A las cinco de la tarde.

Eran las cinco en punto de la tarde.

Un niño trajo la blanca sábana

a las cinco de la tarde.

Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde. [...]





Que puedo decir...me han despedido.

Así sin más. Un lunes que parecia anodino, con ligeras nubes corpúsculares en el cielo que hacían presentir tormenta, aunque las isobaras pretendieran negarlo.

A las 4:59 me hallaba tranquilamente en mi silla, frente a mi ordenador, revisando mi mail y planeando las entrevistas del día siguiente...a las 5:05 estaba firmando mi finiquito inmersa en una nube de incredulidad y de incertidumbre.

¿Cómo era aquello posible?, ¿Cómo podía ser que 41 días después de haber firmado un contrato indefinido y después de 7 meses y medio en la empresa, me despidieran? ¿Cómo, aún habiendo facturado la nada despreciable cantidad de 40.000 € en aquel periodo (triple de mi salario anual), resulté ser tan burdarmente prescindible?

La razón dada fué simple: tenemos problemas económicos, demasiada gente en plantilla, y tu fuíste la última en entrar. 

Creo que en aquel momento de obnubilación, en mi mente salto una chispa de humor irónico asumiendo finalmente el verdadero significado de la palabra indefinido: es decir, ni puñetera idea de cuando acaba.

Oh misero de mi y oh infelice...apurar cielos pretendo ya que me tratáis así... empecé mentalmente a recitar para mí. Quizás cuando te despiden recitar a Calderón de la Barca, puede no ser muy común...pero probablemente eran las únicas palabras socialmente aceptables que podrían haber salido de mi boca en aquel momento.

Ciertamente, fue una putada.

Ahora bien, después de haber puesto cara de póker, y cumplir fielmente mi jornada hasta las 7 de la tarde asegurándome de hacer todo el traspaso de información necesaria (mientras en mi mente resonaba "...qué delito cometí contra vosotros naciendo...aunque si nací ya entiendo que delito he cometido..."); celebré mi funeral profesional cómo se deben acabar las cosas: riéndome con mis compañeros, cerveza en mano.

¿Lecciones aprendidas? muchas, infinitas, sobre la volatilidad de las circunstancias, la veracidad del Carpe Diem, los efectos de la mala gestión del cambio organizacional y los misteriosos caminos de la crisis económica.

¿Situación actual? echándo muchísimo de menos a las increíbles personas con las que he tenido el placer de trabajar y lista para dar el siguiente paso profesional.

De mientras...sigo con mi tesis sobre gestión del cambio (añadiendo éste nuevo mal ejemplo práctico) y disfrutando de unas más que merecidas vacaciones no pagadas.

Moraleja: si a las 5 de la tarde te llama el director de tu empresa...no vayas.





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