jueves, 1 de septiembre de 2011

Reformando la Constitución (o constituyendo la reforma)


Si lo he entendido bien, la nueva reforma constitucional propuesta pretende garantizar la estabilidad presupuestaria equilibrando gastos e ingresos de la administración pública...lo que lleva a mi pregunta de hoy, entonces, ¿qué narices hemos estado haciendo hasta ahora?.

Puede ser que, dado que el dinero es de todos ya que es público y lo tenemos que pagar, lo damos por perdido y sólo lo gastamos, NO lo invertimos. Luego normal que no se equiparen gastos e ingresos. ¿Acaso ha calculado alguién el impacto socioeonómico del nuevo asiento del parque?, ¿o el número de empleos generados por la construcción de la tercera capa de asfalto sobre la carretera que une el ayuntamiento con el burdel local?, ¿o la contribución a la salud pública y consecuente ahorro sanitario de la limpieza de semáforos de la ciudad de Barcelona? La conciencia de dinero público viene inefable e inevitablemente unida a la idea de fondo pérdido. por lo que ya de entrada, vamos muy mal. Esta idea es el origen de mi paradigma número uno:

  •  ESTABILIZAR PRESUPUESTOS empieza por RENTABILIZAR INVERSIONES

Siguiendo esta idea, ¿A que llamamos estabilizar?, ¿a fijar un límite fijo independientemente de las circunstacias del mercado?. Puede, ya que nunca se nos dió bien ahorrar. La última vez que nos sobró dinero nos dedicamos a regalar 400€ por cabeza...gran idea por cierto...una tontería de las grandes. Todo ello me lleva a mi segundo paradigma de hoy:

  •  La REFORMA CONSTITUCIONAL empieza por la inclusión del SENTIDO COMÚN.

Sentido común, que muy bien podría ir en la Sección 2º de la Consitución Española, aquella que habla sobre los derechos y deberes de los ciudadanos, y que, curiosamente, en el artículo 31.2 ya dice: "El gasto público realizará una asignación equitativa de los recursos públicos, y su programación y ejecución responderán a los criterios de eficiencia y economía".

En resumen, SÍ a la reforma constitucional. Yo abogo por la inclusión del uso del sentido común como derecho y deber personalísimo de todo ciudadano español, con mención especial a "dirigibles" políticos.

Cof cof, me ahogo entre tanto humo.



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