jueves, 18 de agosto de 2011

Habemus Papa

Fuerte presencia policial en Sol para evitar nuevos enfrentamientos | Política | EL PAÍS

Nací, crecí y me eduqué en una familia católica, apostólica y romana. Fui a un colegio de monjas durante 8 años. Me bauticé, fui a la catequesis e hice la comunión. Cuando empecé el instituto, era una creyente ferviente. Rezaba todas las noches pero no por pedir cosas (eso es más protestante y de las películas de EEUU que de la verdadera religión que nos inculcan, el dios de los pecados...) sino por mero acto de auto-obligación.

Sobre los 13 años me paré a reflexionar y me di miedo a mí misma. ¿no había acaso en aquella devoción ferviente un rasgo patológico obsesivo-compulsivo? (ya por aquella época apuntaba maneras hacia la psicología). Preocupada por éste hecho, empecé a indagar en las raíces de mis creencias. Seguí reflexionando y llegué a una conclusión que todavía puede verse anotada en mi biblia de aquella época: si asumimos que la jerarquía deriva de la ferviente necesidad humana del control y la predecibilidad del entorno, ¿cómo es posible que un ente que va mucho más allá de la primitiva conciencia humana, tenga también esas necesidades primarias de control?. En una religión cuya principal máxima es la igualdad y la ayuda mutua, ¿cómo es concebible la existencia de un ente superior? En resumidas cuentas, ¿no es la caracterización de un dios todopoderoso, una clara manifestación de nuestros miedos y de nuestra necesidad de poner orden en el universo?

Visto lo visto, me paré a pensar. De ser así, puede que siga existiendo un Dios, pero uno no supeditado a las reglas (y miedos) humanos. Una interconexión mutua más proveniente de la interacción social que de la existencia de entidades ajenas a la naturaleza humana; algo parecido a lo que, me enteraría años más tarde, viene denominándose inconsctiente colectivo.

Desde aquel momento, decidí renunciar a la religión católica, apostólica y romana. No por ello soy peor persona, sino puede que incluso mejor, ya que los buenos actos no surgen por obligación, ni por miedo, sino porque mi naturaleza es así.

No obstante, siento un gran respeto hacia el resto de las religiones, ya que la mayoría de ellas promulgan ideas universales de cooperación, igualdad y ayuda mutua; y nunca viene mal recordar esos principios de vez en cuando.

Ahora bien, igual que tu eres libre de elegir tu religión, yo soy libre de no elegirla. El mismo derecho tiene la visita del papa, que una manifestación laica. Es un estado aconfesional, no se pueden privilegiar los derechos de unas religiones, frente a otras.

No creo que el daño de la visita del papa al comercio local debido a los cortes de tráfico, sea inferior a una concentración en la plaza del sol, sea de quién sea. No creo que cientos de jóvenes dándose de hostias y bebiendo vino, sean más pacíficos que una marcha ideológica.

Queridos hermanos, seamos de la religión que seamos, no seamos hipócritas.

2 comentarios:

  1. Ole! Muy bien dicho. Tu hiciste en su día lo que el 99% de los creyentes no hacen, pararse a pensar un rato en las creencias que te imponen de niño.

    La gran mayoría de la gente que cree en algún tipo de díos o sigue algún tipo de religión, no es por elección propia, es imposición de los padres (crees porque tus padres creen). Hoy hablamos sobre esto en el curro y yo dije que la religión debería ser tratada igual que la violencia y el sexo, es decir, no permitirla hasta que se es mayor de edad.

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