Hoy pedí el día libre en el trabajo. Objetivo:
tramitar los documentos que, después de haberme cambiado de domicilio 6 meses
antes, empezaban a convertirse en algo realmente importante.
Con este plan en mi cabeza, me adelante a las
posibles trabas burocráticas y me perteché de documentación, copias y
paciencia. Me informé a través de intenet de todos los documentos que me iban a
hacer falta e hice dos copias de cada uno, por sí acaso.
Inspiré hondo, cogí valor, y me dirigí a
tramitar el padrón. Esta etapa fue fácil. En media hora había superado la cola
de información, la sala de espera con el bingo telemático, y había resuelto
satisfactoriamente y en un tiempo razonable el primer paso.
Armada con el padrón, cogí la bicicleta y crucé
media Barcelona hasta llegar a mi futuro centro sanitario. Una vez allí, me
informan de que hace falta un documento acreditativo de que tengo derecho a
recibir asistencia sanitaria, documento que no aparece en ningún lado y que no
encontré al buscar la información y que de entrada, parece bastante
absurdo, ya que he ido con mi tarjeta sanitaria, la que tengo en uso desde que
mi mente recuerda, mi contrato de trabajo y mi tarjeta sanitaria catalana.
Resignada, cojo la bicicleta de nuevo y me cruzo
toda Barcelona a toda velocidad para llegar al Instituto Nacional de la
Seguridad Social. Con suerte, podré recoger ese papel y volver al centro
sanitario (otra media hora de bici de vuelta) y poder dar por finalizada esta
situación hoy. Una vez allí, supero la cola de información, la nueva sala de
espera con otro bingo telemático, y llego resollando y sin aliento a mi
ventanilla correspondiente.
Al mencionar el documento que necesito, la chica
me pregunta mi edad, me mira con cara de pena y me dice que necesito cita para
tramitarlo. Dicho esto, me cita de nuevo para el jueves de la semana que viene
a las 6 de la tarde. Salgo de allí con un cabreo de tres pares de narices;
tanto era mi enfado, que cuando salí por el detector de metales pité
descaradamente, debe ser que la electricidad que desprendía cortocircuitó el
endemoniado chisme.
Cómo es posible que, teniendo tarjeta sanitaria
toda mi vida, teniendo un número de la seguridad social en vigor, habiendo
trabajado más de un año en esta comunidad autónoma, cuando la chica de la
ventanilla puede ver claramente toda esta información, tenga que acudir de
nuevo a que me emitan un certificado de que soy una persona humana,
trabajadora, española y con derecho a tener cobertura sanitaria.
Es más, ¿de dónde demonios ha salido este
trámite? Cuando llevo 10 años viviendo en diferentes comunidades autónomas y
nunca jamás tuve que presentar esta información. Incluso realicé todos estos
trámites aquí en Barcelona, hace 9 meses y nunca se me pidió ningún documento
similar.
Mi sospecha es la siguiente, cómo parte de las
nuevas restricciones de la seguridad social se están incrementando sutilmente
las trabas administrativas para retrasar en el tiempo la administración de
servicios públicos, derecho de todo ciudadano que cotice en nuestro país. Pero
esto no acaba aquí, hace tiempo que vengo oyendo cómo se están incrementando la
documentación que las personas extranjeras que vienen aquí a trabajar deben
presentar para poder obtener el derecho al NIE. Una técnica muy sútil de
desincentivación del uso de servicios públicos.
Cómo resultado, tendré que perder un par de
horas más de trabajo para poder finalizar con todos estos trámites. Siempre y
cuando se me acabe concediendo el susodicho certificado de que soy humana,
trabajadora, española, cotizante y que mi estado de salud es lo suficientemente
importante como para concederme el derecho a la asistencia sanitaria, derecho
que, tengo desde nacimiento, y que viene recogido en la Artículo 43 de la
constitución española:
Se reconoce el derecho a la protección de la
salud.
Aunque ahora habría que añadir una Postdata: siempre que tengas un
documento que lo acredite.
No hay comentarios:
Publicar un comentario